La piedra que nadie tiró

“Entonces los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer sorprendida en adulterio.” Juan 8:3
Siempre están los dos grupos. En un lado estaba la mujer adultera, que había sido encontrada in fraganti. Obviamente que era culpable, ella había elegido cometer ese pecado. No había sido obligada. Había sido su decisión. Seguramente cuando lo hizo, no pensó en las consecuencias, pero ahora, en el centro de las miradas y a punto de morir apedreada, se daba cuenta de lo terrible de las consecuencias de sus actos. Ahora ya era tarde, y necesitaba imperiosamente la Gracia de Dios.